sábado, 27 de febrero de 2010

Tras esta crisis, lo próximo a corto plazo será otra crisis (José Luis Sampedro)

20 minutos.es (David Rojo 23.02.10)

Jose  Luis Sampedro

Inteligente, rotundo, crítico, lúcido, didáctico, social, divertido, certero, humanista. José Luis Sampedro es, a sus 93 años recién cumplidos, una referencia cuando se trata de analizar a fondo lo que está pasando. Es lo que antes, cuando existían, se llamaba un sabio.

¿Qué ha pasado para llegar a esta crisis?
Lo que ha pasado es que hubo un momento dentro de las rivalidades del siglo XX en el que los poderosos se alarmaron, en parte por los sucesos del 68, y hubo una reacción, con Thatcher y Reagan, que supuso el apoyo de una teoría económica, la de los fundamentalistas del mercado, que logró la desregulación extrema, que causó lo que ha pasado. Los economistas se han concentrado en lo financiero, es decir, son los que manejan el dinero. Y con la globalización se ha producido una transferencia de poderes: los gobiernos, que mejor o peor están controlados por la política, la democracia, etc., han sido sustituidos por unos financieros que actúan sobre una desregulación absoluta. No los controlan ni los gobiernos. Y entonces se producen los excesos.

Estamos en la descomposición del capitalismo hacia una situación de barbarie. Como en su día Roma.

.........seguir leyendo..........

En España nos faltó la guillotina

Blanca Berasategui. El Cultural.es (26.02.10)

guillotina

Antes de que trescientos mil ejemplares de El asedio (Alfaguara) tomen el próximo miércoles las librerías de España, Arturo Pérez-Reverte se fue a navegar solo, “nada, fui a Ibiza y volví”, para pertrecharse de la soledad y los silencios que le van a faltar en la vorágine de promoción en la que ya está metido. Ha trabajado duro dos años, dice este marino lector “que ocasionalmente escribe novelas”. Dos años de ensamblaje, después de tanto ir y venir, y leer, y pisar Cádiz. Cuenta Pérez-Reverte que El asedio es una novela moderna con personajes y sucesos de dos siglos atrás. Con esa vehemencia imposible que se gasta, cuenta, como verán, muchas más cosas.....seguir leyendo....

miércoles, 24 de febrero de 2010

Trabajar más por menos (Joaquí Arriola)


Joaquín Arriola (Altereconomía 24/02/10)

En España hay 8,6 millones de pensionistas, 5,1 millones de los cuales son jubilados (el resto, viudas y huérfanos). 2,2 millones de pensionistas cobran menos de 500 euros de pensión, y menos de la mitad superan el equivalente al salario mínimo. En Euskadi la pensión media de los 491 mil pensionistas alcanza los 945 euros, frente a los 760 de la pensión media estatal.

.......Seguir leyendo.....

martes, 23 de febrero de 2010

Cadena perpetua: ¿y después, qué? (Gerardo Pisarello · Jaume Asens )

cadena perpetua

La propuesta del PP insinúa la intención de instalar en la agenda política un programa de mano dura.

El tratamiento dado por los medios a asesinatos como los de Marta del Castillo o la niña Mari Luz Cortés ha permitido a ciertos sectores de la derecha política y judicial desempolvar el debate en torno a la cadena perpetua o, como se ha corregido luego, la «prisión permanente revisable». El propio Mariano Rajoy, secundado por partidos como la UPD de Rosa Díez, se ha propuesto llevar el asunto al Congreso cuando se discuta la reforma del Código Penal. Aunque este designio se presenta como respuesta a una «realidad nacional», es difícil no ver tras él la marca de un populismo punitivo que se extiende cada vez más por Europa y que compromete seriamente la convivencia social y libertades y derechos básicos.

El populismo punitivo es un intento de recabar, de manera demagógica, el consenso social en torno al miedo generado en la población por la criminalidad ordinaria. Este miedo, espoleado e incluso creado a golpe de titulares de prensa, no siempre se compadece con la realidad. Frente al argumento de que la pena vitalicia sería la única respuesta a la «inseguridad y la impunidad reinantes», los datos disponibles revelan que los índices de delitos con violencia se encuentran entre los más bajos de Europa y que las condenas, en cambio, suelen ser especialmente severas, como mínimo desde la reforma del Código Penal de 1995.
En su empeño en que ciertos condenados no puedan salir nunca en libertad en todo caso, el PP está siendo coherente con una visión compartida con los sectores más conservadores del Poder Judicial. De hecho, la ley 7/2003 para el cumplimiento íntegro y efectivo de las penas, aprobada durante el Gobierno de Aznar, ya aumentó el límite máximo de cumplimiento de estas de 30 a 40 años. Algo similar a lo pretendido con la llamada doctrina Parot, alumbrada por el Tribunal Supremo para evitar, precisamente, que la excarcelación de ciertos presos causara «alarma social». El propósito, en uno y otro caso, era claro: elevar el tope punitivo, limitar el acceso a permisos, al tercer grado o a la libertad condicional, y conseguir con ello introducir la prisión perpetua eludiendo el nomen iuris.
La cruzada a favor de la cadena perpetua, con todo, no parece reducirse a una simple reacción frente a dos asesinatos estremecedores. Lo que se insinúa, por el contrario, es la intención de aprovechar la coyuntura para instalar en la agenda política un programa más audaz de mano dura. Para comenzar, contra la inmigración irregular, un tema en el que el PP ya ha mostrado su disposición a asumir buena parte del guión xenófobo que Berlusconi o Sarkozy están desplegando sin tapujos. Pero también contra el vasto elenco de delincuentes natos para los que el imaginario conservador reserva toda la saña del aparato coercitivo: terroristas islámicos, traficantes de drogas, pederastas.
Es ingenuo, igualmente, pensar que este afán represivo, de todo punto contrario a los fines socializadores que la Constitución atribuye a las penas, vaya a saciarse con la demanda de prisión perpetua. Como se puso de manifiesto durante el debate generado por la excarcelación de presos por delitos de terrorismo como De Juana Chaos, junto a ella asoma otra bandera que la derecha estaría dispuesta a hacer suya: la de la pena de muerte. No es casual que el líder del PP en Catalunya, Alberto Fernández Díaz, defendiera la perpetuidad con el argumento de que «si no pueden pagar con su vida, que paguen toda la vida». O que en las manifestaciones por la reinstauración de la cadena perpetua, lideradas por la derecha, se lancen gritos a favor de la pena de muerte.
En un contexto como el actual, la sola introducción de este debate constituye una tragedia civil. Una tragedia que, alimentada por móviles electoralistas, esconde además una farsa en toda regla. Y es que incluso en países que han impulsado propuestas similares, como el Reino Unido, Francia o Italia, la medida no equivale a la prisión hasta la muerte (los presos a perpetuidad, de hecho, pueden llegar a salir en libertad a los 10 años de condena). En el caso español, en cambio, la reforma del 2003 ya ha dejado esta alternativa fuera del alcance de un número significativo de presos. Así lo ha admitido el propio ministro Alfredo Pérez Rubalcaba, quien ha reconocido que el sistema penal –con una población reclusa que se ha cuadruplicado en menos de 30 años– se ha convertido en «uno de los más duros de Europa».
Más allá de su inaceptable adscripción al ojo por ojo, lo que más subleva de este programa expansionista del ius puniendi para los enemigos es su capacidad para invocar sin sonrojo un celoso garantismo penal cuando lo que está en juego son casos de alta corrupción o delitos económicos cometidos por los propios amigos. Por eso, impugnar sus pretensiones no es solo una manera de defender el mejor legado de la tradición penal ilustrada. También es una condición indispensable para desenmascarar el trasfondo autoritario, clasista y racista sobre el que se asienta el populismo punitivo de nuestra época.


Gerardo Pisarello es profesor de Derecho Constitucional de la UB. Jaume Asens es vocal de la Comisión de Defensa del Colegio de Abogados de Barcelona

sábado, 20 de febrero de 2010

Ni leyes, ni justicia(Cuaderno José Saramago)



En Portugal, en la aldea medieval de Monsaraz, hay un fresco alegórico de finales del siglo XV que representa al Buen Juez y al Mal Juez, el primero con una expresión grave y digna en el rostro y sosteniendo en la mano la recta vara de la justicia, el segundo con dos caras y la vara de la justicia quebrada. Por no se sabe qué razones, estas pinturas estuvieron escondidas tras un tabique de ladrillos durante siglos y solo en 1958 pudieron ver la luz del día y ser apreciadas por los amantes del arte y de la justicia. De la justicia, digo bien, porque la lección cívica que esas antiguas figuras nos transmiten es clara e ilustrativa. Hay jueces buenos y justos a quienes se agradece que existan, hay otros que, proclamándose a sí mismos justos, de buenos tienen poco, y, finalmente, además de injustos, no son, dicho con otras palabras, a la luz de los más simples criterios éticos, buena gente. Nunca hubo una edad de oro para la justicia.

Hoy, ni oro, ni plata, vivemos en tiempos de plomo. Que lo diga el juez Baltasar Garzón que, víctima del despecho de algunos de sus pares demasiado complacientes con el fascismo que perdura tras el nombre de la Falange Española y de sus acólitos, vive bajo la amenaza de una inhabilitación de entre doce y dieciséis años que liquidaría definitivamente su carrera de magistrado. El mismo Baltasar Garzón que, no siendo deportista de elite, no siendo ciclista ni jugador de fútbol o tenista, hizo universalmente conocido y respetado el nombre de España. El mismo Baltasar Garzón que hizo nacer en la conciencia de los españoles la necesidad de una Ley de la Memoria Histórica y que, a su abrigo, pretendió investigar no sólo los crímenes del franquismo sino los de las otras partes del conflicto. El mismo corajoso y honesto Baltasar Garzón que se atrevió a procesar a Augusto Pinochet, dándole a la justicia de países como Argentina y Chile un ejemplo de dignidad que luego sería continuado. Se invoca en España la Ley de Amnistía para justificar la persecución a Baltasar Garzón, pero, según mi opinión de ciudadano común, la Ley de Amnistía fue una manera hipócrita de intentar pasar página, equiparando a las víctimas con sus verdugos, en nombre de un igualmente hipócrita perdón general. Pero la página, al contrario de lo que piensan los enemigos de Baltasar Garzón, no se dejará pasar. Faltando Baltasar Garzón, suponiendo que se llegue a ese punto, será la conciencia de la parte más sana de la sociedad española la que exigirá la revocación de la Ley de Amnistía y que prosigan las investigaciones que permitirán poner la verdad en el lugar donde estaba faltando. No con leyes que son viciosamente despreciadas y mal interpretadas, no con una justicia que es ofendida todos los días. El destino del juez Baltasar Garzón está en las manos del pueblo español, no de los malos jueces que un anónimo pintor portugués retrató en el siglo XV.

Una medida ideológica (Gran Wyoming )




Artículo del Gran Wyoming publicado en el diario PÚBLICO, 7 de febrero de 2010

El Gobierno propone prolongar la edad de jubilación como una conclusión irrefutable por la consecuencia matemática que acarrea el aumento de la cifra de la esperanza de vida. Se pretende así desvincular la medida de toda contaminación ideológica. Hablando de ideología, no he escuchado ninguna propuesta de reforma para el sector empresarial, y no digamos el financiero especulativo, responsable de todo este quebranto que podría repetirse, desde que comenzó la crisis: todas van hacia el recorte de los derechos de los trabajadores.

Estas medidas son las mismas que se intentan aplicar desde los sectores de la derecha también en época de bonanza económica. Corresponden a una forma de entender la vida, y pretender que hay que aparcar el debate político para entrar de lleno en las soluciones incuestionables es una falacia.

El profesor Vicenç Navarro ya advertía de que el incremento de la esperanza de vida se iba a utilizar como pretexto para prolongar la edad de jubilación. El hecho de que ese dato haya pasado de 76 a 80 años no implica que se viva cuatro años más de media, puesto que no se está teniendo en cuenta la enorme disminución en la mortandad infantil, haciendo pasar por incuestionable un dato que no lo es. Tampoco que la productividad, según el cálculo nada sospechoso del Banco de España, hará que en 2060 el PIB sea 2,25 veces superior al actual, con lo que habrá mucho más dinero para las pensiones. Para remate, los empresarios, acérrimos defensores de la medida, aplican sistemáticamente planes de jubilación anticipada en sus empresas para sanear sus cuentas a costa del gasto público. ¿En qué quedamos?

¿Quién paga los costes del euro? Vicenç Navarro

Euro

Publicado en la revista digital SISTEMA, 19 de febrero de 2010 (Vicenç Navarro)

Este artículo analiza las consecuencias que tienen las políticas de austeridad del gasto público (incluyendo el gasto público social) en las clases populares de los países de la Unión Europea como consecuencia de la manera como se ha establecido la unidad monetaria....

Seguir leyendo

Así nos sentimos los "musicos"


Este texto que te remito está escrito por un buen amigo, músico de profesión (violinista), que da clases en un Instituto porque hay que comer todos los días... Espero que te guste tanto como a mí. Gracias, Billy Budd.

Así nos sentimos los "musicos":

"Queridos Rosario Flores, Tamara, Alejandro Sanz, David Demaría, Antonio Carmona, Chenoa, Ramoncín... y un largo etcétera de hipócritas autodenominados "músicos" vividores al amparo de la SGAE :



Lo que llamáis vosotros "piratería" y que se corresponde más bien a una especie de "contrabando de música", se da cuando una o varias personas se lucra personalmente, sin pagar derechos de autor ni impuestos, valiéndose del trabajo de otros.

Las personas que descargamos música de internet para escucharla en nuestro ordenador, en nuestro iPod o en nuestro coche no somos piratas, ni contrabandistas de nada. No nos lucramos con vuestro trabajo, aunque no paguemos la media de 18-21 euros que cuestan vuestros CDs de mierda con 10-13 canciones (salvo en recopilatorios). Lo que sí hacemos desde hace tiempo es pagar una de las conexiones de banda ancha más caras que hay en territorio occidental y el puñetero canon por cada CD virgen que compramos, lo usemos para grabar música o no.

Y ahora os voy a contar la vida de un músico de los de verdad:
"Érase una vez un chico llamado Pablo. El papá de Pablo era tenor profesional en un coro profesional, de modo que nació en un ambiente muy musical. A los cinco años empezó a estudiar solfeo con su padre. Como el papá de Pablo vio que tenía maña con el solfeo, lo matriculó en el Conservatorio Profesional de Música a los siete años. El instrumento que eligió Pablo fue el piano.

La carrera de piano, desde el grado elemental hasta la finalización del grado superior, dura una media de quince años.
Quince años de compaginar la educación primaria, y posteriormente la secundaria, con las clases en el conservatorio. Quince años de salir de un centro de estudios para meterse en otro. Quince años de terminar de hacer los deberes y estudiar para los exámenes a medianoche. Quince años de acostumbrarse a dormir seis horas. Quince años de tocar el piano de dos a tres horas cada día. Quince años de tener que renunciar a salidas a la discoteca, excursiones al campo o noches de parranda por tener el doble de responsabilidades que un chaval normal. Quince años de muchos fines de semana en casa preparándose las obras, estudiándose las partituras. Quince años de trabajo intenso, entrega, compromiso, dedicación y sacrificio.

Con todo eso, Pablo obtuvo el graduado superior de piano a los veintitrés años. Ya había estado dando recitales en escuelas, talleres de piano, casas culturales de pueblos de su región, etc. Los periódicos locales hablaban maravillas de su virtuosismo. Y comenzaron a pagarle por sus clases en los cursos de verano y por sus conciertos de música en auditorios un poco más importantes. Y reunió el dinero suficiente para irse al Real Conservatorio de la Haya durante un año a estudiar con los mejores. Porque en este desgraciado país es lo que tiene que hacer un músico de los de verdad si quiere dedicarse a la música de la de verdad: salir fuera a buscar a los mejores.

Volvió a los veintiocho años, después de un año yendo de masterclass en masterclass. Y gracias a su tesón y su talento, obtuvo contratos para actuar por Europa. Tardó otro año más en comenzar a dar conciertos en las grandes salas de música de Alemania, Francia, Italia... Y a los treinta años actuó por primera vez en Estados Unidos y Canadá.

Su esfuerzo constante, su trabajo diario, su formación, su entrega, su amor por la música, le llevó a ser uno de los más grandes. Y vivió de su piano durante toda su vida porque se tomó cada concierto de la misma manera que el primer recital que dio a los veinte años frente a su conservatorio."

Los Pablos que hay por el mundo, y son muchos, se indignan cuando salís vosotros, musicuchos de pacotilla, reclamando dinero por la música como algo vuestro. Los Pablos no se manifiestan con pancartas si no para reclamar fondos para sus conservatorios, becas para sus estudios, para que no sea necesario abandonar su país, su familia y amigos para poder granjearse un futuro profesional digno. Los Pablos que terminan viviendo de la música les importa un carajo si el CD en el que grabaron el Concierto nº 1 de Tchaikovsky cuesta en las tiendas un 50% menos de lo que vale la última mierda de El Canto del Loco.
Porque esos Pablos no viven de las ventas de los discos en donde graban las grandes obras de la historia de la música, de la música de la de verdad. Esos Pablos viven de los conciertos con que deleitan a los aficionados que pagan una entrada para sentirlos en directo.
No como vosotros, panda de necios. Menos quejarse y más currarse los directos. Mirad como no está entre vosotros Manolo García. Ni Fito. Ni los que en verdad se toman la música en serio.

Que os den a todos..."


jueves, 18 de febrero de 2010

Anatomía de un "eurodesastre" (Paul Krugman )

Buena parte de la cobertura mediática de los problemas de la eurozona se ha centrado en Grecia, lo que es comprensible: Grecia está contra las cuerdas, más que cualquier otro país. Pero la economía griega es muy pequeña. De hecho, en términos económicos, el corazón de la crisis está en España, que es un país mucho más grande. Y, tal como he tratado de señalar en numerosos posts, los problemas de España no son, pese a lo que podamos haber leído, el resultado de una irresponsabilidad fiscal. Bien al contrario, los problemas de España ponen de manifiesto los “shocks asimétricos” que tienen lugar dentro de la eurozona, shocks que siempre hemos sabido que constituían un problema, pero que han resultado ser un problema aun mayor que el que los euroescépticos temían.

Así que pensé que podría ser útil explicar, a partir de un puñado de gráficos, cómo se metió España en la situación actual (toda la información que manejo procede de la base de datos del FMI “World Economic Outlook Database”). En la historia que voy a contar hay cierta simplicidad clásica -prácticamente se trata de un ejemplo de manual-; desgraciadamente, millones de personas están sufriendo sus consecuencias.

La historia empieza con la burbuja inmobiliaria. En España, al igual que en otros varios países, incluido el nuestro, los precios de los bienes raíces se dispararon a partir del año 2000. Esto llevó a masivas entradas de capital. De este modo, en Europa, mientras que Alemania lograba un enorme superávit por cuenta corriente, España y otros países periféricos sufrían un déficit enorme. Presento a continuación la comparación del saldo por cuenta corriente como porcentaje del PIB de Alemania y de España entre 2000 y 2009:



Estas enormes entradas de capital produjeron el clásico problema de las transferencias: elevaron la demanda de bienes y servicios españoles, lo que llevó a España a una inflación substancialmente superior a la de Alemania y a la de otros países con superávit. A continuación se ofrece una comparación de los deflactores del PIB (recuérdese que ambos países se encuentran en el euro, de modo que la diferencia refleja un aumento de los precios relativos españoles):



Pero entonces la burbuja estalló, lo que dejó a España con una demanda interior muy reducida -y bien poco competitiva en el seno de la zona euro, como consecuencia del aumento de sus precios y costes laborales. Si España hubiese tenido su propia moneda, ésta se hubiese podido apreciar durante la burbuja inmobiliaria, para depreciarse tras el fin de la misma. Pero, habida cuenta de que ni la tenía ni la tiene, España parece hoy estar condenada a sufrir años de acusada deflación y de altos índices de paro.

¿Qué papel juegan los déficits presupuestarios en todo esto? La situación presupuestaria española gozaba de muy buen aspecto durante los años del boom. Ahora se enfrenta a enormes déficits, pero esto es una consecuencia, y no la causa, de la crisis: la renta ha caído en picado y el gobierno ha gastado mucho dinero tratando de paliar el paro. Veámoslo en este gráfico, en el que se muestra el saldo presupuestario como porcentaje del PIB de los dos países considerados:



Así pues, ¿de quién es la culpa de todo eso? De nadie, en un sentido. En otro sentido, la élite de la política europea debe cargar con la responsabilidad: ella empujó con firmeza hacia la moneda única, desatendiendo advertencias que señalaban que exactamente este tipo de cosas podían suceder (aunque, como decía, ni siquiera los euroescépticos imaginaron en algún momento que las cosas podrían ir tan mal).

¿Estoy haciendo, pues, un llamamiento al desmantelamiento del euro? No: los costes de deshacer el desaguisado serían inmensos y altamente perjudiciales. Creo que Europa se encuentra ahora atrapada en su propia creación -el euro-, y necesita avanzar tan rápido como sea posible hacia el tipo de integración fiscal y de los mercados laborales que haría de tal creación una opción algo más factible.

Pero ¡ay! ¡Menudo desastre!

domingo, 14 de febrero de 2010

Por qué bajar salarios sería un grave error para España y subirlos un acierto


Alberto Garzón EspinosaAltereconomía

El Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) han recomendado, una vez más, que se reduzcan los salarios en España. Se trata de un discurso ya conocido y que es secundado tanto por los empresarios como por los economistas liberales españoles.

El argumento es más o menos como sigue. La crisis ha deteriorado el nivel de negocios de las empresas y éstas han visto reducidos sus márgenes de beneficios. En consecuencia, las empresas tienen que despedir trabajadores para reducir costes. Si se reducen los salarios se lograría que los costes se redujeran sin tener que pasar por la dramática decisión de despedir trabajadores, algo que agravaría la situación actual española.

Además –aunque ahora no voy a entrar en esto- se dice que la rigidez no-salarial es también demasiado alta y que eso deteriora la productividad. Es decir, el argumento es que los trabajadores producen más y mejor cuanto más asustados están con respecto a su futuro, esto es, cuando el coste del despido es más barato y las regulaciones permiten hacer y deshacer plantillas al antojo de los empresarios. La idea, siguiendo este razonamiento, es aumentar la productividad para ser más competitivo y poder vender mejor en el exterior.

Unos detalles técnicos preliminares. La renta –el valor monetario de la producción generada- puede dividirse en una parte que corresponde a los salarios y otra parte que corresponde a los beneficios empresariales. Los primeros suelen dedicarse al consumo, mientras que los segundos se supone que se invierten en la compra de nuevos medios de producción y trabajadores.

Es sabido que los economistas del FMI, la OCDE y también los del PP y PSOE fundamentan sus argumentaciones en la teoría económica neoclásica. Esta teoría, que es la única que se enseña en las facultades de economía, explica que el crecimiento económico es espoleado fundamentalmente por las empresas. Según esta visión, es necesaria una alta participación de los beneficios en la renta para que se pueda invertir y, así, se puedan contratar trabajadores. Un incremento de la participación de los salarios en la renta, en consecuencia, debilitaría el crecimiento económico y agravaría la situación.

Tanto la teoría keynesiana como la teoría kaleckiana ven la cuestión de una forma distinta. Dado que el crecimiento económico medido a través del PIB es la suma de la inversión, el consumo, el gasto público y el saldo del comercio exterior, se puede alcanzar el crecimiento económico a través del consumo. Y una forma de aumentar el consumo es incrementando los salarios, bien directamente o bien a través de las empresas públicas. Este incremento de salarios llevaría a un mayor consumo y, así, las empresas tendrían mayores beneficios y podrían reactivarse.

En 1990 dos economistas de izquierdas, A. Bhaduri –keynesiano- y S. Marglin –marxista-, desarrollaron un modelo para estudiar qué tenía más sentido en una economía. Concluyeron que todas las teorías tenían una parte de razón y que el resultado final dependía de la configuración de la economía. Es decir, que subir y bajar salarios sería bueno o malo para el crecimiento económico dependiendo de las características específicas de la economía en cuestión.

Según estos economistas un aumento de la participación de los salarios debilitaba la inversión porque reducía el ahorro –como dicen los neoclásicos- pero también incrementaba la demanda agregada al aumentar el consumo –como dicen los keynesianos-. Todo iba a depender de la “sensibilidad” de la inversión ante las variaciones en la participación de la renta. Había dos opciones generales ante un aumento de la participación de los salarios en la renta –o la disminución de los beneficios-: que el descenso de la inversión fuera compensado por el aumento de la demanda agregada o que no lo fuera.

En el primer caso se trataría de economías de tipo wage-led, esto es, economías dirigidas por los salarios. En el segundo caso hablaríamos de economías de tipo profit-led, dirigidas por el beneficio.

Los economistas liberales han dado siempre por supuesto que todas las economías eran de tipo profit-led, de forma que siempre han postulado un incremento de la participación de los beneficios y una disminución de la de los salarios. Los gobiernos han seguido al pie de la letra las recomendaciones, y la mayoría de los economistas –educados en las facultades del pensamiento único neoclásico- estaban de acuerdo. Esto lo podemos comprobar empíricamente en España, donde los salarios han perdido muchísimo peso en las últimas décadas.

Sin embargo, los estudios empíricos que se han realizado a partir del modelo de Bhaduri y Marglin han determinado que la mayoría de las economías europeas (incluida la economía europea como un todo) son de tipo wage-led, lo que quiere decir que si se busca aumentar el crecimiento económico la mejor alternativa es subir los salarios. Un estudio realizado por Naastepad en 2007 y para España concluyó que, efectivamente, la economía española está dirigida por los salarios y no por los beneficios.

Por lo tanto, estamos ante un grave error –en mi opinión bastante consciente, pero es otro tema- de análisis sobre la configuración de la economía española y europea en general. Nos recomiendan disminuir salarios para aumentar el crecimiento económico (y así incrementar el nivel de empleo) cuando la medida inversa es la verdaderamente eficaz para ese mismo fin.